Primavera, 1996
Pedro Ribas, Secretario
La Junta Directiva de la Asociación de Hispanismo Filosófico, en nombre de todos los socios, expresa su enorme satisfacción por ver cumplido finalmente uno de los objetivos que se había propuesto, contar con una revista que sirviera de tribuna de comunicación científica entre los socios, una tribuna en la que los miembros de la Asociación pudieran publicar los resultados de sus investigaciones, ver reflejada la actividad de la Asociación y recibir información acerca de trabajos o actividades relacionados con el pensamiento español y latinoamericano.
Recordando cómo estaban las cosas en el momento de publicar el primer número, pensamos que la revista partió de una buena base, la que le proporciona, en primer lugar, el apoyo de la propia Asociación y, en segundo lugar, la de dos universidades (la Autónoma y Complutense de Madrid), la Fundación Gustavo Bueno, de Oviedo, así como la editorial Fondo de Cultura Económica.
La revista, de la que ya han salido 5 números y de la que se está confeccionando el sexto, no es la primera muestra de vida de la Asociación, sino que es resultado de unos años previos de rodaje, de primeros pasos para constituir un colectivo, un gremio, si se quiere, dedicado al estudio y cultivo del pensamiento español y latinoamericano. La revista estuvo precedida durante los 7 primeros años de vida (1989-1995), por el Boletín de la Asociación, del que salieron 7 números.
La salida a la calle de la revista representaba, pues, la salida de la infancia y el inicio de una etapa juvenil, para usar una de esa metáforas tan caras a los ilustrados, una etapa juvenil en el sentido de ampliar el ámbito de sus relaciones y de afirmar su independencia y su propia personalidad.
Y ¿qué queremos hacer con la criatura?. O, dicho de otra forma ¿para qué la hemos traído al mundo?. Ante todo para que sea el vehículo de comunicación científica entre los socios. No pretendemos, por tanto, convertir la revista en un medio de comunicación de masas, en un foro de gran público, sino en un medio de comunicación restringido y selecto. No nos da ningún reparo el usar esta expresión, un medio de comunicación selecto, porque lo de selecto no tiene aquí nada que ver con minoría económicamente selecta, sino con minoría selecta por su rigor crítico. Esto es lo que pretendemos, que la revista sea un foro selecto de los que se ocupan con rigor del pensamiento español y latinoamericano.
Lo de latinoamericano no es tampoco ningún adorno. Aunque el título es Revista de Hispanismo Filosófico, que puede quedar algo vago para quien no esté al tanto del trabajo de los socios, o incluso puede evocar contenidos indeseables, uno de los fines de la Asociación y, consiguientemente, de su revista, es promover la comunicación científica entre la cultura española y la latinoamericana. En el consejo de redacción figuran varios latinoamericanos que ayudarán a conseguir este objetivo. Me refiero a nombres como Gabriel Vargas Lozano, Pablo Guadarrama, Raúl Fornet-Betancourt, Horacio Cerutti, Maurico Beuchot y otros. Y la editorial en la que se publica la revista, el FCE, es una casa de buena implantación en Latinoamérica. Por eso la hemos escogido.
Pensamos que el momento es bueno para esta tarea. España posee una rica historia cultural, con una importante tradición de pensamiento que abarca los más variados aspectos. Estudiar este pensamiento en sus diversas manifestaciones es la forma de apreciarlo, lo que es una auténtica necesidad en un país que ha tendido más bien a desconocer y, por ello, a despreciar, su propia producción intelectual. La revista de la Asociación de Hispanismo Filosófico pretende ocuparse del pensamiento español y latinoamericano para estudiarlo y, a través del estudio, para enseñar a apreciarlo y situarlo en el contexto del pensamiento y la cultura europea y universal. Lo que pretendemos es que la revista sea el comienzo de una aventura intelectual que anime a muchos jóvenes a estudiar este pensamiento, no para fomentar un nacionalismo aislacionista (de esto ya hemos tenido bastante) o un chovinismo autocomplaciente, sino para mostrar que el pensamiento (tanto el ensayo como la obra sistemática o la manifestación cultural del tipo que sea) se queda en el aire si no es referida a un suelo determinado, a un contexto cultural que le dé sentido. La filosofía simplemente trasladada, traducida de otra lengua, es una filosofía extraña mientras no se haga carne de la propia cultura. O, como se dice en castellano con una palabra muy apropiada en este sentido, mientras no arraigue, mientras no eche raíces. Y las raíces, como se sabe, no van por el aire, sino que se hunden en el suelo.
De esto se trata. No de vacua patriotería, sino de las raíces, que, por cierto son muchas, muy variadas y hasta se puede decir que contradictorias, porque aquí, como en casi todas partes, hay autores muy diversos, que se basan en premisas distintas, que hacen propuestas diferentes y que, además, se expresan en lenguas diversas.
Quizá podríamos resumir el objetivo de la revista diciendo algo que se ha repetido en varias de nuestras reuniones: se trata de formar una comunidad científica. Una comunidad científica suele ser un grupo que se une en torno al estudio de un área determinada de conocimiento. El trabajo del grupo no suele ser conocido del gran público ni aparece reflejado en las crónicas más difundidas, lo que nos gustaría subrayar especialmente en un medio como el nuestro, donde abundan las verbenas culturales, pero escasea el trabajo serio, de investigación tenaz y persistente. Para expresarlo en términos unamunianos, digamos que el trabajo de la comunidad científica que la revista pretende aglutinar es más intrahistórico que histórico. Como se sabe, Unamuno distinguía la historia de la intrahistoria. La historia recoge el ruido, la superficie, lo que dicen los periódicos. La intrahistoria es el fondo, lo que hay debajo, lo que no se oye ni aparece en los periódicos. Pero este trabajo intrahistórico tiene la pretensión de ser lo que Unamuno entendía como propio de la intrahistoria: constituir la base firme de lo que sí aparece en la superficie. No nos preocupa lo que hace ruido, sino el desentrañar el contenido y el sentido de las corrientes de cada momento histórico. En esto estamos empeñados y de ello se recogen algunos ecos en los números aparecidos.